Autorizan venta del Aguardiente Amarillo en Bogotá y Cundinamarca
Bogotá, que no cuenta con una licorera propia, recibe solo el 10,5% de los recursos generados por el consumo de licor en su territorio.
Por:
Yesica Salgado
Foto: El Aguardiente Amarillo es especialmente popular en Bogotá, una ciudad que representa uno de los mercados de licor más grandes del país.
Foto: Foto: El Aguardiente Amarillo es especialmente popular en Bogotá, una ciudad que representa uno de los mercados de licor más grandes del país.
Tras dos años de restricciones y una intensa batalla legal, el Aguardiente Amarillo de Manzanares volverá a circular legalmente en Bogotá y Cundinamarca.
La decisión fue oficializada el pasado 5 de junio mediante la Resolución No. 00000793 expedida por la Secretaría de Hacienda de Cundinamarca, que autoriza su comercialización durante los próximos diez años.
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Este regreso marca un punto de quiebre en la historia reciente del monopolio de licores en Colombia, luego de que la Corte Constitucional, el pasado 4 de febrero, declarara inconstitucionales las restricciones impuestas por los departamentos a la comercialización de aguardientes de otras regiones.
Con este fallo se garantiza la libre competencia y se desmonta una práctica que, durante años, protegió intereses económicos regionales en detrimento de la oferta para los consumidores.
Un mercado clave: Bogotá y Cundinamarca
El Aguardiente Amarillo es especialmente popular en Bogotá, una ciudad que representa uno de los mercados de licor más grandes del país, con un consumo anual estimado en 15 millones de botellas.
No obstante, en 2023 su distribución fue revocada, afectando tanto a productores como a comerciantes y consumidores, quienes veían limitado su acceso a una de las marcas más queridas del país.
La medida tomada por la Gobernación de Cundinamarca no solo permite la reintroducción de este producto, sino que responde al mandato constitucional de permitir la libre circulación de bienes en el territorio nacional.
Autonomía fiscal vs. libre mercado
El conflicto no era solo comercial. En el fondo, la disputa reveló tensiones entre el modelo de monopolios rentísticos departamentales y el principio de libertad económica.
La Constitución permite a los departamentos administrar la producción y comercialización de licores como fuente de ingresos para sectores como la salud y el deporte.
Sin embargo, la Corte Constitucional determinó que esta potestad no puede usarse para impedir la entrada de productos de otras regiones, por lo que ordenó levantar dichas restricciones.
Bogotá, que no cuenta con una licorera propia y depende de la Empresa de Licores de Cundinamarca, recibe solo el 10,5% de los recursos generados por el consumo de licor en su territorio.
De ese porcentaje, el 88% se destina a salud y el 12% al deporte, de acuerdo con la Ley 1816 de 2016.
Reacciones políticas: reclamos de autonomía
La reapertura del mercado ha generado satisfacción entre comerciantes y consumidores, pero también ha reavivado un debate sobre la autonomía fiscal de Bogotá.
El vicepresidente del Concejo de Bogotá, Juan David Quintero, celebró la decisión judicial, pero advirtió que la capital aún enfrenta una posición desigual:
“Bogotá solo recibe el 10,5% de lo que se genera por el consumo de estos licores en su territorio y no tiene participación en la Junta Directiva de la Empresa de Licores de Cundinamarca. Esto es un abuso con Bogotá”, señaló Quintero.
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Según cifras oficiales, en 2023 Cundinamarca recaudó $256 mil millones por concepto del monopolio de licores en su jurisdicción y en Bogotá, mientras que la capital solo recibió $30 mil millones.
El caso del Aguardiente Amarillo no solo representa una victoria judicial para los derechos de los consumidores, sino que abre un debate estructural sobre el modelo actual de monopolios departamentales y el tratamiento fiscal de ciudades como Bogotá.
A partir de ahora, la libre competencia entre aguardientes será la nueva norma, y la discusión se traslada a cómo distribuir de manera más equitativa los recursos que este mercado genera.
El regreso del Aguardiente Amarillo es, entonces, un brindis por la libre competencia, pero también un llamado urgente a revisar el equilibrio territorial en el manejo de los recursos públicos generados por los licores en Colombia.
Fuente: Sistema Integrado de Información
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