La heroica labor de los soldados desminadores del Ejército
Así es el drama de trabajar a un paso de la muerte: saben que un paso en falso podría acabar con sus vidas.

Soldados desminadores del Ejército
Foto: Ejército Nacional / LA FM
Con trajes de protección y caretas, cientos de soldados desminadores, con nervios de acero y corazón noble, arriesgan día a día a sus vidas en campos contaminados con minas antipersona, instaladas a tan solo 14 centímetros de profundidad.
Durante ocho horas diarias que hacen su labor, saben que un paso en falso podría acabar con sus vidas. Aún así, la meta es entregarle a la comunidad un territorio libre de riesgo y lleno de esperanza.
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"Es una mezcla de respeto y responsabilidad. Sí, siento miedo, claro, soy un ser humano común y corriente, pero me llena de alegría de saber que estoy librando muchos terrenos sobre artefactos explosivos y entregándoselos a aquellas comunidades que no podían cultivar o no podían ir o mandar sus hijos al colegio", narró el soldado profesional William Andrés Rodríguez Ávila.
Como el ave fénix, que renace de la cenizas, estos niños, ancianos y campesinos, renacen de los campos de muerte. Es entonces cuando el Ejército se convierte en la única esperanza.
La comunidad lanza un grito de ayuda y los soldados desminadores se convierten en héroes sin capa. Así lo cuenta el coronel Alexander Agudelo Sánchez, segundo comandante de la Brigada de Ingenieros de Desminado Humanitario.
"Este es un trabajo muy bonito porque es a ellos a quienes le entregamos el terreno, es con ellos que verificamos y observamos cómo retornan a sus hogares, cómo vuelven a las actividades económicas normales que deben estar ejecutando", explicó el coronel Agudelo Sánchez.
Añadió que "podemos evidenciar esa cercanía, esa alegría de ellos, pero a la vez cómo vuelven a los terrenos que ellos han abandonado. Se sienten más tranquilos, pero también sentimos esa cercanía con la población y es algo, pues como la recompensa inmediata que tenemos por esta labor".
Pero lejos de la ciencia ficción, las películas y los cables rojos o azules que simplemente se cortan para desactivar un explosivo, en Colombia la situación es compleja.
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Una simple botella de plástico o un juguete pueden ser una mina. Además, su costo es tan solo de un dólar, pero destruirla, según explica la ingeniera Alejandra Espitia, cuesta hasta mil dólares.
"Casi cualquier residuo cotidiano que podamos encontrar en el suelo puede llegar a ser una mina, residuos que muchas veces pueden ser utilizados por niños como un balón de fútbol, para jugar, para diferentes actividades. Adicional a esto, el costo de generar estas minas, de crearlas, según Naciones Unidas puede llegar a ser de un dólar, pero el costo de eliminarlas puede ascender a los mil dólares", dijo la ingeniera.
Fuente: Sistema Integrado de Información
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