Anders Behring Breivik, de niño sin problemas a sanguinario asesino
Pese a su aspecto de hombre amable y sin problemas, el noruego Anders Behring Breivik, condenado en Oslo a 21 años de cárcel prorrogables, pasará a la Historia como uno de los asesinos más sanguinarios, movido por el odio al islam y al multiculturalismo.
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Anders Behring Breivik, de niño sin problemas a sanguinario
Foto: Archivo RCN
Grande, rubio y coqueto, este extremista de derechas acogió con una sonrisa el veredicto en el que fue declarado responsable de sus actos, tal y como lo deseaba para poder legitimar su ideología racista y xenófoba, a pesar de que pasará un largo periodo en la cárcel, que puede ser prolongado indefinidamente.
Breivik reconoció haber matado a 77 personas el 22 de julio de 2011 al disparar contra un campamento de jóvenes laboristas tras haber hecho explotar una bomba cerca de la sede del gobierno de Noruega.
El autor describió la masacre como "un ataque preventivo en contra de los traidores de la patria", Noruega, país rico, liberal y apacible, donde nació el 13 de febrero de 1979 y creció sin que en ningún momento su entorno detectara el drama que iba a tener lugar.
Según él mismo reconoció, Breivik tuvo una infancia normal, con un padre diplomático y una madre enfermera que se separaron poco tiempo después de su nacimiento. Creció con su madre y su hermanastra en el seno de una familia de clase media que, aseguró, nunca tuvo problemas de dinero. Su única queja ha sido la de haber tenido "demasiada libertad".
Cuando todavía era pequeño, sin embargo, los servicios sociales fueron alertados de una posible carencia.
"Anders es un niño pasivo que huye un poco del contacto, un poco ansioso (...), con una sonrisa fingida y desalentadora", escribió un psicólogo, cuando el niño tenía apenas cuatro años. "Idealmente, debería ser puesto en una familia de acogida estable", añadió.
El mensaje se quedó sin respuesta y el padre no logró obtener ante la justicia la custodia de su hijo.
Pasado este episodio, la infancia de Anders Behring Breivik parecía seguir un camino lineal y sin problema particular. El adolescente, que pasa por un periodo hip hop, retomará el contacto con su padre después de unos problemas con la policía por hacer unas pintadas.
Dejó el liceo sin terminar su escolaridad, supuestamente para dedicarse a una carrera política. Adhirió al movimiento de los jóvenes del Partido del Progreso (FrP), una formación de la derecha populista antiinmigración en el que tomó responsabilidades locales.
Unos diez años después se salió de ese partido, al considerarlo demasiado abierto a las "esperas multiculturales" y a los "ideales suicidas del humanismo".
Durante el juicio, algunas de las personas que fueron amigas del asesino lo describieron como una persona sociable, inteligente e incluso tolerante, muy preocupada por su aspecto, pero totalmente aislado a partir de 2006.
Si bien sus críticas al islam, al multiculturalismo y al "marxismo multicultural" son recurrentes, Breivik se define él mismo como un "militante nacionalista", conservador, pero no racista, que se sacrificó para proteger a los noruegos en contra de la desintegración del país.
A los jueces, afirmó ser "alguien muy simpático en tiempos normales".
El 22 de julio de 2011 en la isla de Utoya mató sin embargo fríamente a 69 personas, en su mayoría adolescentes, lo cual le convirtió en el autor del tiroteo más sangriento perpetrado por un solo hombre.
Poco antes había asesinado a otras ocho personas al hacer estallar una camioneta bomba en el barrio de los ministerios en Oslo.
Fueron actos "atroces pero necesarios", según él, y que parece haber perpetrado solo después de haberlos planeado durante mucho tiempo.
Según su manifiesto, Breivik entró en 2002 en una cruzada ideológica en los "Caballeros Templarios" -una organización cuya existencia la policía nunca logró probar- y decidió entrar en acción ya a fines de 2009.
Este hombre, de una cortesía desconcertante, empezó entonces a preparar en detalle los ataques más sangrientos cometidos en Noruega desde la Segunda Guerra Mundial, con cuidado para no levantar sospechas.
Es el ejemplo tipo del "lobo solitario" que vive recluido en el apartamento de su madre, antes de mudarse a una granja alquilada para poder adquirir discretamente el abono necesario para fabricar su bomba.
"A mí me parecía una persona común y corriente, el hombre que pasa desapercibido", declaró un vecino de su madre.Siga las noticias de RCN Radio en Whatsapp
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